La hora occidental

El tiempo del trabajo, el proceso de las máquinas y el tiempo en el que el sujeto contemporáneo ha percibido cualquier tipo de experiencia o posibilidad es el tiempo acelerado de la experiencia de la modernidad. Ese ritmo de vida que el sujeto entiende como “ritmo de trabajo”, como rutina diaria, ha sido interiorizado de tal manera que ha hecho suyos los tiempos de la cadena productiva. Un tiempo cada vez menos nuestro, un tiempo simple, de sucesión y de repetición acelerada de uno mismo.

En cierto modo, podría decirse que la modernidad instauró un tiempo único de producción y tecnología, un tiempo basado en la continuidad y la velocidad. En otras palabras, el ritmo de producción elimina todo lo que no "sirve", que no se puede "vender" o que "impide" seguir produciendo: afectos, emociones, deseos y todo lo que no se puede comercializar.

El tiempo-capital y temporalidad hegemónica son los conceptos clave del proyecto La hora occidental, que propone cuestionar esta temporalidad desfigurando y reelaborando la experiencia del tiempo lineal, estandarizado y monocromático a través de una serie de trece dibujos, cada uno equivalente a trece personas anónimas quienes durante una semana trazaron sus diversas acciones y movimientos en el interior de las ciudades donde se encuentran; donde cada color representa la repetición constante de una misma acción.

Cada dibujo supone una abstracción geométrica, compuesta por varios colores que responden a acciones y movimientos, donde la dimensión del tiempo es un arma de resistencia al tiempo establecido, a los regímenes hegemónicos de la temporalidad, resistiendo al tiempo mediante la introducción de otro.